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Luis Majul, Ricardini Empanadini y el periodismo como farsa

La Argentina tiene una larga y brillante tradición de humor político: desde los monólogos afilados de Tato Bores hasta las sátiras de la revista Humor, pasando por la inteligencia irónica de La Noticia Rebelde con Jorge Guinzburg al frente, y las invenciones desopilantes de Capusotto y Saborido. En todos esos casos, el humor fue una …


La Argentina tiene una larga y brillante tradición de humor político: desde los monólogos afilados de Tato Bores hasta las sátiras de la revista Humor, pasando por la inteligencia irónica de La Noticia Rebelde con Jorge Guinzburg al frente, y las invenciones desopilantes de Capusotto y Saborido. En todos esos casos, el humor fue una herramienta de pensamiento, una forma de resistencia, una manera de decir lo que otros callaban.

Lo que ocurrió en LN+ el 25 de mayo pasado, cuando Luis Majul presentó en su programa La Cornisa al personaje “Ricardini Empanadini” –una empanada animada con la cara de Ricardo Darín–, no se inscribe en esa genealogía. No fue sátira, no fue parodia, no fue humor. Fue un intento de propaganda burda, disfrazado de chiste, que revela más sobre el estado del periodismo oficialista que sobre su blanco.

No se trata de defender a Darín. No hace falta. Pero sí vale la pena detenerse en el gesto: caricaturizar a una figura pública por hacer un comentario sobre el precio de los alimentos revela el grado de cinismo de ciertos sectores mediáticos. Mientras los datos del INDEC confirman que la canasta básica supera los ingresos de la mayor parte de la población, el canal de noticias afín al oficialismo responde con una empanada parlante.

Cristina Pérez, compañera de Majul en el pase, quedó en silencio. Su incomodidad fue el único momento de honestidad en pantalla. Porque el problema no es el humor: es el uso del humor como herramienta de disciplinamiento, el recurso de la burla para acallar cualquier crítica, incluso las más mínimas. Si un actor dice algo que incomoda al gobierno, la respuesta no es debate ni argumento, sino escarnio animado.



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