Nada es lo que parece. Nunca terminamos de conocer realmente a alguien. Las acciones muchas veces están determinadas por las circunstancias o el contexto y, en otras ocasiones, contradicen lo que se proclama. De estas premisas surgió la idea de Homo Argentum, comedia satírica que se estrena este jueves en cines. Claro que el …
La variedad de los personajes me permitió explorar nuevas zonas interpretativas

Nada es lo que parece. Nunca terminamos de conocer realmente a alguien. Las acciones muchas veces están determinadas por las circunstancias o el contexto y, en otras ocasiones, contradicen lo que se proclama. De estas premisas surgió la idea de Homo Argentum, comedia satírica que se estrena este jueves en cines.
Claro que el hecho de que el protagonista sea Guillermo Francella y los directores Gastón Duprat y Mariano Cohn, el equipo de El encargado, multiplican la atención y expectativa que genera la película. Con tono camaleónico, Francella se transforma en cada escena, moviéndose entre la ambigüedad y lo posible. La película, sin héroes ni villanos, muestra incompatibilidades humanas diversas expuestas con ironía e intenta expresar lo que Francella, Duprat y Cohn entienden por lo argentino. En tiempos del desmantelamiento del INCAA por parte del gobierno de Javier Milei y profunda recesión, esta es una de las pocas superproducciones recientes, que se da el lujo de contar con grandes locaciones, escenas cuidadas estéticamente y la presencia de figuras locales acompañadas por talentos emergentes como Dalma Maradona y Milo J, este último debutando en uno de los cortos.
—De los 16 personajes que interpretás, ¿hay alguno que te haya resultado un desafío especial?
—No, no tengo un favorito. Todos me generaron desafíos distintos y me gustaron mucho. La heterogeneidad de los personajes me permitió explorar zonas nuevas desde lo interpretativo. Fue un trabajo de equipo: el maquillaje, el vestuario y la caracterización me ayudaron a componer. Al no identificarme por la estética, pude colocarme en un lugar distinto y explorar algo nuevo en cada uno. Siempre, antes de salir a escena, frente al espejo me sentía diferente cada día de rodaje. Eso me ayudó mucho a componer los detalles y a jugar.
—Son personajes y situaciones muy reconocibles. ¿Sentís que los argentinos se van a ver reflejados?
—Ni hablar. Más allá de los estereotipos, a todos los cruzamos alguna vez o imaginamos cómo reaccionaríamos ante esas situaciones. En cada personaje hay algo muy íntimo que genera empatía o cercanía. Es una comedia que disecciona con ironía quirúrgica los vicios y virtudes de una sociedad en contradicción permanente, con ese sello inconfundible de Duprat y Cohn, que siempre tienen esa acidez en la mirada. Los 16 personajes son muy distintos entre sí, pero lo que les pasa podría pasarle a cualquiera. Hay momentos muy emotivos y fuertes, pero atravesados por el humor, la comedia negra y la sátira. Generan ternura, pero también muestran el lado incorrecto de muchos de ellos, y en parte hablan de cómo somos nosotros: pasionales, emotivos, familiares, buenos amigos, y otros aspectos que quisimos incorporar.
—En tiempos de cancelaciones y correcciones políticas, ¿hubo reparos sobre cómo podrían leerse estas historias?
—Está bueno que haya miradas críticas, y que cada uno le dé el sesgo que quiera. Se buscó justamente eso: correrse de la corrección política para generar una mirada divertida pero profunda sobre estos personajes que conocemos. Por ejemplo, una historia habla de cuántos argentinos soñamos con visitar la tierra donde nacieron nuestros abuelos. El desenlace de cada historia es intencional, para contar algo anecdótico e interesante desde la ficción, pero todas generan un tema para reflexionar. Eso es positivo. Cada episodio podría haber sido un largometraje, dan para más, pero nos entusiasmó el formato coral.
—¿Tuvieron en cuenta el éxito de películas como Historias mínimas o Relatos salvajes?
—Nos inspiramos en Los monstruos, de Dino Risi, una película italiana que yo amo. Mientras hacíamos El encargado le dije a Duprat que esas eran las historias que me gustaban. La usamos como influencia por su capacidad para retratar lo social con sarcasmo, inteligencia y sin solemnidad. Allí hablaban de lo italiano; acá hablamos del gen argentino, pero sin decir “esto es así”, sino jugando con esas pequeñas cosas que pasan o podrían pasar, o que simplemente dejamos pasar. Lo hicimos a nuestro estilo. La construcción de los 16 personajes fue una tarea minuciosa y articulada entre guion, dirección, actuación y estética. Marcelo Pont estuvo a cargo de la escenografía, el arte, el vestuario, el pelo y el maquillaje. Y fue fundamental.
—Tu gestualidad es parte de tu sello. ¿Cuánto de ella fue improvisada y cuánto armado desde el texto?
—Nada fue improvisado. El texto está tan bien escrito que me dejé llevar y ellos me permitieron hacer lo mío. Siento que no necesito agregar mucho. Ya tenemos química con los directores y participé activamente en el desarrollo, aportando ideas, propuestas y personajes. Me centro más en eso que en lo que me funciona. Mucho depende del guion, de la historia, del director que me dirige, y juntos construimos lo que llevamos a cabo. No hay algo previo o premeditado: no digo “haré tal gesto porque funcionó antes”. Depende de la naturaleza de cada personaje y del arco emocional de la historia: si es emotiva, depresiva, eufórica o lo que sea. Aunque en pantalla parezca fácil, no lo es: un detalle de más puede arruinar todo.
—¿Cómo llevás la popularidad tras tantos años?
—Ya convivo con ella y me da mucho placer y emoción recibir tanto cariño. El público es agradecido: me saludan niños, adultos, abuelos, mujeres, hombres. Es algo normal que me pasa desde hace años y lo disfruto. Pero para mí lo importante es dar todo en el set, no doy por sentado que a la gente le va a gustar. Intento ser lo más veraz posible, hacer algo que genere identificación en el otro, que vean en mí a alguien que podría ser ellos. No pienso “haré esto para gustar” porque no funciona así. Me gusta el tono humorístico y la incorrección de los directores y siento que aporto a esa idea y a lo que a mí me gusta hacer. No le doy muchas vueltas, pero quizás mi recorrido me permite estar en proyectos como este.
—No te interesa hablar mucho de política, pero esta película tiene una mirada social fuerte. ¿Qué te motivó a involucrarte en ese aspecto?
—Porque los personajes están muy bien seleccionados y muestran la dualidad que existe en la realidad, con la que convivimos. Más allá de lo que pueda generar cada historia, creo que puede acercarnos como sociedad y hacer pensar en nuestras diferencias. Ojalá sirva para eso. En la película un personaje dice: “individualmente somos especiales, pero socialmente o como sistema nos cuesta mucho”. Es bueno pensar qué nos aleja como sociedad y lo difícil que es superar eso. No sé si un largometraje puede lograrlo, pero ojalá provoque cercanía entre miradas y pensamientos diferentes. El humor es terapéutico y una forma de aflojar. Si logramos colaborar, genial. Está claro que hay situaciones complejas y difíciles, pero uno puede hacer pensar y reflexionar a través del cine. Está muy presente en nosotros esta división y crispación, y ojalá la cultura y el cine generen esa cercanía anhelada. Esta película invita a la reflexión, a mirarnos y a entender que todos somos parte de esto, aunque cada uno lo interprete a su manera.
—¿Pensaste alguna vez que ibas a ser un actor tan popular?
—No. Quería ser actor y tenía ilusión y vocación, con gran apoyo de mis padres. Pero nunca supe quién podría lograrlo y quién no, todo era incierto. Siempre soñé con vivir de esta profesión, pero no era sencillo. En mi época era difícil: hoy un chico con muchos seguidores puede acceder rápido a un medio audiovisual. En aquella época todo era a pulmón, muy duro. Mi vocación, tenacidad y constancia me permitieron tener un final feliz, una continuidad laboral encantadora. Me siento querido y reconocido y eso me hace muy feliz. La vida es como una academia: no podés evitar sufrir, pero te da momentos hermosos que hay que saber apreciar con toda la fuerza. «
Homo Argentum
De Mariano Cohn y Gaston Duprat. Protagonizada por Guillermo Francella. Con Eva De Dominici, Guillermo Arengo, Vanesa González, Milo J, Juan Luppi, Migue Granados, Gastón Soffritti, Clara Kovacic y Dalma Maradona. Estreno: 14 de agosto. En cines.
El debut de Francella en el cine europeo
Lo que resta del año será relativamente tranquilo para Francella. En octubre llegará a España de la mano de Playa de lobos, su primera experiencia europea, dirigida por el actor y cómico Javier Veiga. “No voy a hacer nada, voy a acompañar la película y ya me preparo para el año que viene, que tengo un proyecto muy lindo que me entusiasma”.
Francella se refiere a una obra de teatro: la adaptación de Desde el jardín, de Peter Sellers. “Era algo que siempre pensé para mí y no sabía si podía concretarlo. Lo voy a hacer a partir de abril. El desafío me encanta: es un hombre con autismo, con un retraso madurativo, un tipo que no tiene nada que ver conmigo. Al contrario, intentaré componerlo con la mayor austeridad. Es de esos personajes que me gustan”.
Este regreso a las tablas llega después del éxito de taquilla del reencuentro de Casados con hijos el año pasado.
Como le ocurre a veces a Darín, Francella suele recibir la crítica más implacable de “hacer siempre de él”. Refuta la idea con firmeza, pero sin perder la compostura: “No me parece que sea así. Se tiende a encasillar, pero trato de variar. En esta peli, con estos personajes, hago 16 tipos muy distintos a mí. Otro ejemplo claro, El clan: si Arquímedes Puccio tenía algo mío, me pegó un tiro”, comenta y dibuja una sonrisa socarrona.