En el vértigo del hacer y hacer, un objeto artístico que permite aminorar el paso ofrece la posibilidad de un sentir diferente, un entrar en contacto con una dimensión que, a fuerza de velocidad, ya parece desconocida: el cuerpo propio vibrado por la cercanía del ajeno, por su voz, por su imaginación, por el recuerdo …
Luciano Arruga y la poesía como herramienta política

En el vértigo del hacer y hacer, un objeto artístico que permite aminorar el paso ofrece la posibilidad de un sentir diferente, un entrar en contacto con una dimensión que, a fuerza de velocidad, ya parece desconocida: el cuerpo propio vibrado por la cercanía del ajeno, por su voz, por su imaginación, por el recuerdo de su sueño. Es la experiencia que posibilita Todo documento de civilización, el film de Tatiana Mazú González, que asegura “es producto del trabajo colectivo de Antes Muerto Cine”, el colectivo que integra y se encarga de diversos proyectos que “se van contagiando de las ideas de los demás”.
Lomas del Mirador, el espacio físico al que pertenece el cruce de General Paz con Avenida Mosconi, es el barrio al que fue a vivir la abuela de Mazú cuando llegó al país. A la casa de su abuela, donde nació su madre, Mazú se fue a vivir en 2014. “Mientras me estoy mudando, la familia encuentra el cuerpo de Luciano (Arruga). Y eso me hace aparecer muchas preguntas en el cruce cotidiano de esas avenidas donde todo sucede”. Donde todo sucede es donde la policía tiró el cuerpo de Luciano.

“Ahí empezó la película, pero era un estadio muy de búsqueda.” Apuntes y notas durante unos años desembocan en 2017 “con la intención de hacer un cortometraje”. El rodaje y la reflexión sobre lo que se filma llevan a las ganas “de romper la naturalización de pasar por ciertos espacios de tránsito urbano en los que están inscritas memorias de opresión y represión”. El corto se extiende, tanto en su duración como en su búsqueda. “Quería hablar con Mónica, la mamá de Luciano. Y empecé a hacer pequeñas pruebas con el material que disponía y me di cuenta de que había algo que tenía que ver con el paso del tiempo: compartir con el espectador la sensación de estar ahí, en un lugar que a simple vista parece inocuo, del que después empiezan a aparecer preguntas.” La respuesta fue hacer un largo.
Como no había financiamiento, el proyecto adoptó la práctica de rodar en los tiempos libres con sus compañeros de Antes Muerto Cine. “Fue recién en pandemia y en esos desempleos que afrontamos muchos trabajadores freelance que tuve tiempo de sentarme con Manuel, que es mi compañero y montajista de la película, a hacer un primer armado. Y ya con un primer armado salimos a conseguir dinero y se aceleraron un poco los tiempos de producción. Pero durante muchos años fue una experiencia más sensible y física de lo cotidiano y de estar ahí.”
La gran mediatización que tuvo el caso de Luciano no hacía sencillo decir algo nuevo. Nuevo, no en cuanto a novedad, sino en poder acercar al público la muerte de Luciano y lo que dejó a su alrededor de una manera distinta a la informativa. “Eso me liberaba en algún punto. Había mucha información y eso me habilitaba a desplazarme hacia el terreno de la poesía, por decirlo de alguna manera. También tiene que ver con el cine que hago: no hago un cine que piense lo político de la mano de la información solamente, sino que me interesan las películas que piensen lo político en su forma. Que piensan que parte de la potencia de una película está en ofrecer ver y escuchar lo que ya vemos y que, de alguna manera, naturalizamos. La película es un ejercicio de eso: convertir la oscuridad en otra cosa, lo cotidiano en otra cosa, el ruido del tránsito en otra cosa; de que cuestiones cotidianas de nuestro tránsito por la ciudad nos empiecen a hablar de violencias ocultas. Y en ese desplazamiento creo que hay esa suerte de gestos que hace la película de volver a sensibilizar zonas de algo que ya está conocido pero decidimos, de alguna manera, pasar por alto en lo cotidiano.” La forma de poder nombrar la barbarie que se desprende de la cita de Walter Benjamin, de donde viene el título: Todo documento de civilización es también un documento de barbarie.
Aparece entonces el cine de Mazú. “Vengo trabajando desde mi película anterior, Río turbio, con desplazar la idea de que para poder empatizar con la persona, una lucha, una historia, hay que circunscribirse a una lógica de cine clásico: el personaje individual, del primer plano, de que aquello que no conocemos por la vista no puede conmovernos. Ese desplazamiento del peso de la imagen al peso del sonido es algo con lo que vengo trabajando hace rato. El sonido nos cuida muchísimo más que la imagen.” Por eso, la conversación con Mónica grabó —y no filmó— la intimidad de dos mujeres de distinta edad, diferentes vivencias y experiencias sociales, pero de un barrio que las integra en su historia. “El sonido también nos permite escuchar llorar a una persona y llorar con ella, y no verla llorar, que para mí, a nivel ético, hay una diferencia muy grande.”

Si Mónica aparece sin imagen, Luciano lo hace a través de Julio Verne, de su fascinación por los viajes y conocer el mar. “El cariño y la curiosidad de Luciano por la literatura de Julio Verne me va habilitando a pensar en la imaginación y la fantasía, en la poesía y la literatura como herramientas políticas a la hora de pensar qué pasa con los pibes en los barrios populares de nuestro país. Donde hay una dimensión que atañe a la posibilidad de imaginar y no solamente relacionarse con la información.”
Así, la película produce el curioso efecto de escuchar sin necesidad de verla a muchas de las que hablan: el tono, los timbres, las vibraciones de las voces concitan una atención que prescinde de la necesidad de la imagen directa. “Por un lado tenemos una sobrecarga de estímulos visuales tremenda, vemos imágenes compulsivamente todo el día, y un universo visual donde va lo mismo una foto de lo que almorzamos, nuestro gato o un genocidio del otro lado del planeta. Me pregunto todo el tiempo el valor de las imágenes y qué imágenes hay que generar. Estamos anestesiados ante el poder de la imagen. Y también me viene obsesionando hace un tiempo cierta condición física del sonido. Hay algo donde la imagen es hermosa, embelesadora y nos atrapa y nos imanta, pero el sonido es una vibración y, como tal, nos atraviesa el cuerpo.”
Todo documento de civilización
Guión y Dirección: Tatiana Mazú González. Dirección de Cámara y Fotografía: Francisco Bouzas. Dirección de Arte: Joaquín Maito. Montaje: Manuel Embalse. Diseño Sonoro: Julián Galay. Estreno: 28 de agosto.
