Desde hace casi un mes y luego de las elecciones bonaerenses, las argentinas y los argentinos somos testigos de la intromisión explícita del gobierno norteamericano, buscando que el oficialismo llegue lo mejor posible a la contienda del 26 de octubre en la que se renovará una parte del Parlamento Nacional. Libre de todo velo, el …
Nunca tan explícito

Desde hace casi un mes y luego de las elecciones bonaerenses, las argentinas y los argentinos somos testigos de la intromisión explícita del gobierno norteamericano, buscando que el oficialismo llegue lo mejor posible a la contienda del 26 de octubre en la que se renovará una parte del Parlamento Nacional.
Libre de todo velo, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, afirmó: “una victoria implicaría mantener un nivel de bloqueo sobre cualquier política negativa, para que el Presidente pueda vetarlas. Por lo tanto, no se trata de una cuestión electoral, sino de una cuestión política. La Argentina tendrá el respaldo de Estados Unidos mientras continúe con estas políticas”. La frase fue reposteada y festejada por el Presidente argentino. Está claro quién maneja los hilos de la campaña del gobierno, además de las políticas. También qué es lo que se considerará como “éxito” una vez que concluya el recuento de los votos.
El oficialismo tratará de asegurarse el tercio en el Parlamento, más allá de que para ello deba recomponer el vínculo con la oposición dialoguista, algo en lo que en estos días se estuvo ocupando personalmente el asesor de Trump, Barry Bennett. Si ello ocurre, en la Argentina se profundizará un modelo económico y de sociedad que ha venido beneficiando a una élite concentrada, local y transnacional. Para tratar de evitarlo es necesario que la ciudadanía vote a la “oposición verdadera”, que no cambiará sus posturas críticas luego de las elecciones, a cambio de concesiones al Gobierno Nacional o de “sugerencias” de asesores estadounidenses. Hay que tener en cuenta que prácticamente la totalidad de la “oposición amigable” ha integrado Juntos por el Cambio, cuyo proyecto de país no es muy distinto al de la actual gestión.
Promesas que se demoran
En la previa del encuentro del martes en Washington entre Donald Trump y Javier Milei, los mercados continuaban exultantes, tras conocerse la intervención del Tesoro norteamericano mediante la venta de dólares para contener el tipo de cambio.
El presidente Milei señaló que habrá “una avalancha de dólares. Nos van a salir los dólares hasta por las orejas”, aunque también sostuvo: “hay que ser muy puntilloso y cuidadoso. Aquellas cosas que ya están cerradas se anunciarán y quedarán pendientes las que le falte poner el moño”. En los hechos, del encuentro no surgió un solo anuncio en materia comercial ni de inversiones, como así tampoco se brindaron detalles del swap de monedas por U$S 20.000 millones.
En el plano de los aportes privados, perdió presencia el anuncio de una inversión de 25.000 millones de dólares destinada al sector de la inteligencia artificial en la Patagonia. Se promocionó durante un par de días con bombos y platillos, pero nada se dijo sobre los efectos para el país, más en el marco del RIGI, que le otorga a las multinacionales todo tipo de prerrogativas. Tampoco sobre el impacto en términos ambientales. Los supuestos beneficios de la macro se diluyen si no se tiene en cuenta cómo influirá en la vida de la gente.
Lo concreto es que hasta el momento no hay nada “cerrado” y que la llegada de fondos estará, seguramente, influida por el resultado de octubre: “si no gana, no contará con nosotros, si pierde no seremos generosos con Argentina”, señaló Trump. Y continuó: si gana “un socialista, o un comunista (…), te sientes muy diferente acerca de hacer una inversión”.
Ante este enfoque de cortísimo plazo, los mercados reaccionaron en consecuencia, y el Tesoro norteamericano tuvo que intervenir con más ventas de dólares, confirmadas por Scott Bessent, que aprovechó para decir que la ayuda se extendería a U$S 40.000 millones, empezando por U$S 20.000 millones del swap, mientras que el resto provendría de fondos privados y soberanos, para invertir en deuda pública. No obstante, el tipo de cambio no está acompañando y ha cerrado varias jornadas con subas.
Es difícil no asociar las declaraciones de Bessent con el famoso “Megacanje”. Si bien son momentos y situaciones totalmente distintas, hay algunas similitudes con la actualidad. En aquel entonces los titulares de los principales medios señalaban que se iba a difundir en simultáneo, en Buenos Aires y por el FMI en Washington, un paquete que “llegaría a U$S 38.600 millones. Habrá aportes de bancos, de organismos y de España”. El ex presidente Fernando de la Rúa afirmaba al respecto: “a partir de esta extraordinaria operación económica, podremos crecer espectacularmente y comenzar a generar los empleos que necesitamos. El blindaje es una operación económica, política y financiera inédita que genera un fondo de garantía tan grande para el país que despeja cualquier amenaza o duda sobre el futuro de la Argentina”. A cambio se tomó el compromiso de avanzar en una reforma previsional, en el achicamiento del Estado, y en el “déficit cero”.
Antes, como ahora, ha quedado claro que no existen las soluciones financieras cuando el problema está en el funcionamiento de la economía real y en la falta de aumento genuino de reservas.
Como he venido sosteniendo, el humor social no mejorará porque Estados Unidos prometa dólares o intervenga en el mercado cambiario doméstico. Tampoco mejorarán el salario y el empleo, como lo muestran los últimos indicadores del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA). Considerando lo que va de la gestión Milei, con datos a julio, se perdieron 126.000 empleos asalariados privados, cerca de 57.700 públicos y 20.700 de casas particulares, unos 205.500 en total si tomamos estos tres sectores en forma conjunta. La única ocupación que subió, pero no alcanzó para compensar, fue el de los autónomos y los monotributistas (127.000), un claro reflejo de la precarización producida, que se agudizará en caso de que se avance con la reforma laboral.
Está claro que el gobierno de Trump no viene a ayudar a los argentinos y las argentinas ni a propiciar un sendero de desarrollo virtuoso sino que apunta a generar el marco para que se pueda avanzar con las reformas estructurales favorables al capital concentrado, en particular el norteamericano. En el plano geopolítico, se busca garantizar el dominio del “patio trasero”, en plena disputa con China por la hegemonía mundial.
Hay una fuerte puja por la disponibilidad y el acceso a recursos estratégicos, como el litio, el cobre o las tierras raras, objetivo que en enero de 2023, durante la presidencia de Joseph Biden, fue mencionado por la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, lo cual quiere decir que el interés excede a una gestión en particular: se trata de una política de Estado. Hay, no obstante, condimentos particulares que están vinculados a las prioridades y al estilo de la gestión de Trump. Y una explicitación, como nunca antes, de qué es lo que se pretende y cómo tratarán de hacerlo.
El próximo domingo, la ciudadanía tiene la posibilidad de poner un límite a la aplicación de este modelo de ajuste, debilitamiento del mercado interno, arrastrando con ello a las pymes; pérdida de derechos e inaceptables recortes a la soberanía nacional.