La noche en el Sadler’s Wells Theatre de Londres tuvo un momento que nadie esperaba, pero que hará historia: Tony Iommi apareció de improviso en el escenario del Black Sabbath – The Ballet para tocar el solo final de “Paranoid”, ante una orquesta de cuarenta músicos y un cuerpo de cincuenta bailarines. Ese instante resumió …
Tony Iommi, el padre del heavy metal, desembarcó en la danza contemporánea

La noche en el Sadler’s Wells Theatre de Londres tuvo un momento que nadie esperaba, pero que hará historia: Tony Iommi apareció de improviso en el escenario del Black Sabbath – The Ballet para tocar el solo final de “Paranoid”, ante una orquesta de cuarenta músicos y un cuerpo de cincuenta bailarines. Ese instante resumió en un solo acorde la unión entre un legado del heavy metal y una exploración contemporánea del arte escénico.
Desde su origen, la producción del Birmingham Royal Ballet desafió convenciones: ¿cómo trasladar la brutal energía de una banda pionera del metal británico al lenguaje de la danza? La respuesta la hallaron en una colaboración que conserva la esencia del sonido original de Black Sabbath, al tiempo que lo redirige hacia otra forma de narrar: coreografía en lugar de guitarras a todo volumen, siluetas y sombras en vez de monstruos amplificados. Iommi no sólo dio su consentimiento; trabajó junto al director artístico Carlos Acosta para validar los arreglos orquestales supervisados por Christopher Austin. La música que en club se sentía como un golpe se transforma aquí en teatro, movimiento, tensión, silencio antes del estruendo.

La escena final, con Iommi sobre el escenario, guitarra en mano, remite a un rito de paso: la conjunción entre el ruido de la juventud y la elegancia de la clásica danza británica. Quizás nunca un “solo” de guitarra sonó tan contenido, tan cargado de respeto hacia el espacio escénico.
¿Qué aporta Iommi a este ballet? En primer lugar, credibilidad y emoción. Su guitarra ya no ruge entre amplificadores, sino que dialoga con cuerdas, percusión clásica y cuerpos danzantes. En segundo lugar, una legitimación simbólica: que el gran inventor del heavy metal preste su presencia física a una obra de danza contemporánea implica un puente entre la llamada alta cultura y cultura popular. Iommi comenta que el ballet le permitió “mirar nuestra música de otra manera”, porque se mantiene lo esencial, los arreglos orquestales “son realmente muy buenos”.

La coreografía de Pontus Lidberg, Raúl Reinoso y Cassi Abranches convierte en gesto lo que en concierto era grito. Los riffs de “Iron Man”, “War Pigs” y “Sabbath Bloody Sabbath” se reinterpretan como cuerpos que chocan, que resisten, que se levantan.
Para el público en Londres, la aparición de Iommi la noche del 22 de octubre fue un acto simbólico de unión: el metal y la danza de cámara. Que uno de los arquitectos del heavy metal subiera al escenario de Sadler’s Wells confirma la fuerza del arte para trascender su ámbito original. En esa noche, los fanáticos del ballet se volvieron rockeros involuntarios; los seguidores de Sabbath, admiradores de la delicadeza del gesto.





