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Apostando al glam y al folklore, Lali y Cazzu se renuevan para potenciar su reinado en el mainstream

Una diablada andina. Los colores ocres del Altiplano se recortan con los turquesas, rojos, azules, fucsias y naranjas de los trajes. El cielo diáfano muestra unas nubes que parecen dibujadas. En la imagen de un grupo, resalta un diablo muy alto, que le toma la mano a una nena de la que sólo se ve …


Una diablada andina. Los colores ocres del Altiplano se recortan con los turquesas, rojos, azules, fucsias y naranjas de los trajes. El cielo diáfano muestra unas nubes que parecen dibujadas. En la imagen de un grupo, resalta un diablo muy alto, que le toma la mano a una nena de la que sólo se ve el cabello bien negro y un tocado que son dos cuernos rosas. Central y al mismo tiempo como escondida, la figura de Cazzu vestida de blanco aparece casi espectral. El disco se llama Latinaje y fue editado el 24 de abril.

Un ombligo en primer plano. Los abdominales marcadísimos. El corpiño de red. El tiro del jean es lo suficientemente bajo como para que asomen las tiras de tanga con detalles en metal que presionan ligeramente la piel bronceada. El cinturón de cuero tiene una hebilla con una estrella pentagonal a la que le falta una línea. La portada del último álbum de Lali evoca la de Like a Prayer, de Madonna, pero en vez de bijou hay sudor. Se llama No vayas a atender cuando el demonio llama y fue lanzado el 30 de abril.

Cazzu y Lali: dos artistas instaladísimas en el mainstream nacional y con gran impulso internacional. Dos mujeres en sus treintis, que transitan su momento de mayor popularidad, con carreras que no se limitan a lo musical (Cazzu acaba de sacar un libro, Perreo, una revolución; Lali mantiene en paralelo la de actriz, que comenzó cuando era una nenita, y acaba de estrenar la segunda temporada de la serie El fin del amor). Dos bombas que ofrecen trabajos personalísimos, propuestas que demuestran que todavía les quedan facetas por develar, con los que apuntan a salirse de la pasteurización impuesta por la industria (aunque sin salirse de la industria, claro), con direcciones curiosamente antagónicas.

Hay una serie de simetrías francamente llamativas, que saltan tras la escucha de estos dos discos. Nadie puede pensar que se trate de algo buscado y, sin embargo, queda la sensación de que para el desarrollo de este material, las artistas se pusieron espalda con espalda y cada una empezó a caminar para el lado opuesto, llevando esos proyectos a lugares que en el resultado final se enfrentan, como si uno fuera el negativo del otro. Dos producciones de altísimo nivel en las que cada una despliega un costado que parece inesperado, pero después, cuando se rasca un poco, termina apareciendo como lo más evidente. Con decisiones estéticas y políticas que tienen que ver con sus orígenes, sus historias y sus actualidades.

Julieta Emilia Cazzuchelli nació en Jujuy, en un pueblo de 12 mil habitantes que se llama Fraile Pintado. Latinaje, como su título lo anuncia, es un recorrido que hace por géneros de raíz latinoamericanos. El álbum comienza con una breve copla en la que la artista deja ya bien en claro de qué se trata lo que viene. Con la voz ligeramente autotuneada, canta “Aquí les traigo una copla desde el norte de Argentina / Y aunque usted no me conoce, soy de América Latina”. Mariana Espósito nació y creció en la Ciudad de Buenos Aires, en Parque Patricios. El primer track de No vayas a atender… es “Popstar”, una introducción que recuerda las canciones de programas para chicos, como los que protagonizaba en su época de niña prodigio de la factoría Cris Morena. La letra que canta con la voz pitcheada, antes de que el sonido se descomponga para darle rienda suelta a la andanada rockera de “Lokura”, dice: “Tu popstar favorita, que siempre te visita, la ves bailando en la TV. Ella sabe cómo hacerte bien / Y a tu papá también”.

Desde las portadas, los títulos y los arranques, las dos producciones revelan los ejes sobre los que se erigen, con enunciaciones muy marcadas que se refuerzan en las elecciones temáticas y musicales. El de Cazzu es un álbum de folklores. Se suceden después de la copla: una bachata, una chacarera compuesta con Facundo Toro, un corrido mexicano que parece sacado del repertorio de Mon Laferte, un ¿tango?, ¡una versión de “Pobrecito mi patrón”, de Facundo Cabral!, una cumbia romántica alla Princesita Karina, un bolero, una salsa, una rumba flamenca, un funk brasileño y un cuarteto. Lali se mandó un disco de rock. Sí señor: la popstar dijo ya fue todo, y se puso a juguetear con el hard rock, el glam de los ochenta y el punkpop.

La inspiración de Cazzu es el desengaño amoroso que sufrió recientemente, tropo consistente con la seguidilla de géneros que decidió abordar. Así es que, una canción tras otra, la muchacha hizo carne aquello de “las mujeres ya no lloran, facturan” y le puso todas las formas, colores y texturas a su corazón roto. Lali vive sumergida en los efluvios del amor correspondido y así lo deja ver en sus composiciones, aunque también utiliza esta obra para tomarse un par de revanchas y hacer lo que le sugirió Fito Páez: responder a los ataques y bravuconadas del presidente de la Nación y sus esbirros con arte.

Es como un juego de espejos. Cazzu habla de la patria grande, Lali del barrio. Los colores que invoca Latinaje son plenos y brillantes; los de No vayas a atender… son grises, metálicos, oxidados. Cazzu se toma muy en serio su misión de hacer un muestrario de las músicas populares del continente, con un resultado de mosaico: un disco fragmentario que encuentra cohesión en el concepto, pero que se escucha como si en cada track empezara algo nuevo. Lali homenajea al rock nacional en su particular estilo: con mucho sentido del humor y también con una mirada muy pícara y honesta sobre ella misma. Ahí están las citas a Babasónicos y a los Redondos, también el sample de Charly, los “uh-huuu” que recuerdan los de Jagger en “Sympathy For The Devil” y toda la artillería de estética glam. El resultado es compacto, cada tema es una pieza de ese engranaje que chirría, humea y no para.

Sobriedad/hipérbole. Solemnidad/autoironía. Introspección/explosión. Expansión regional/anclaje porteño. Tierra/cemento. Polvo/sudor. Las dos artistas argentinas más escuchadas (según Spotify, puestos 2 y 3 del ránking nacional en la semana de los lanzamientos) se afianzan en trayectorias que crecen como raíces y como ramas, y demuestran que, desde el más absoluto mainstream, es posible aportar personalidad y argumentos.

Lali

Presentará No vayas a atender cuando el demonio llama el 24 y 25 de mayo, y el 6 de septiembre en el Estadio Vélez Sarsfield.

Cazzu

Recientemente presentó en la Feria del Libro Perreo, una revolución y prepara su gira internacional 2025.



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