A la edad en que los días de cualquier niño transcurren entre el aula del colegio y los juegos, Pablo Rago pasaba sus horas en sets televisivos y cinematográficos, donde aprendía un oficio que lo acompañaría toda la vida. Desde una adaptación para la televisión de Los Miserables hasta fulgurantes apariciones en films como Últimos …
Mi infancia fue anormal, pero no la cambio por nada

A la edad en que los días de cualquier niño transcurren entre el aula del colegio y los juegos, Pablo Rago pasaba sus horas en sets televisivos y cinematográficos, donde aprendía un oficio que lo acompañaría toda la vida. Desde una adaptación para la televisión de Los Miserables hasta fulgurantes apariciones en films como Últimos días de la víctima o Gracias por el fuego, el pequeño actor sorprendía por la naturalidad con que componía personajes, como si fuera un intérprete experimentado. Más adelante fue ídolo juvenil y, finalmente, se consolidó como un talentoso obrero de la actuación, con una sólida presencia en cine, teatro y televisión. Tiene, además, el inédito honor de ser el único actor argentino presente en las dos películas nacionales que ganaron un Oscar: La historia oficial (1985) y El secreto de sus ojos (2009).
—¿Tenés recuerdos de tu vida antes de trabajar en televisión?
—No. De hecho, mi memoria funciona en relación a qué programa estaba haciendo en determinado momento. Cada vez que tengo que calcular qué edad tenía cuando pasó tal o cual cosa, lo relaciono con el programa de televisión en el que estaba trabajando.
—¿En algún momento pensaste en dejar la actuación y hacer otra cosa?
—Tuve medio una crisis a los 15 años, más o menos, sobre qué hubiera pasado si no hubiera trabajado en la tele. Pero después pasó. Estaba haciendo Clave de sol. ¿Ves lo que te decía? Todo lo relaciono con el programa que hacía en ese momento.
—¿Por qué tuviste esa crisis y cómo la superaste?
—Porque muchas veces escuchaba: “Vos te perdiste la infancia”. Eso me dejaba pensando. Pero después entendí que mi infancia fue anormal, pero no la cambio por nada. A los 18 años tenía una experiencia como actor que no tenía nadie.
—¿Qué otra cosa hubieras sido si no seguías con la actuación?
—No sé, porque nunca me planteé hacer otra cosa. Tal vez, hubiera sido jugador de fútbol.
—¿Era un sueño como el de muchos chicos o había alguna base real?
—Jugaba bastante bien, pero no sé si hubiera sido profesional porque no me gustaba entrenar. Era muy vago para eso. Pero hubiera sido hermoso jugar en la primera de River en el Monumental.
—¿Cuál es la alegría más grande que te dio River?
—Obviamente, diciembre de 2018, cuando ganamos en Madrid. Fue una etapa hermosa de (Marcelo) Gallardo. Además, fue muy especial porque lo disfruté con mi hijo Vito, que vivió momentos trágicos con River cuando era chico y, sin embargo, se lo bancó y me bancó. La otra vez me dijo: “Gracias por hacerme de River”. Fue muy lindo.
—Si tuvieras que armar un seleccionado de actores, ¿a quiénes elegirías?
—¡Uf! ¿Vamos por el cliché o te digo la verdad? Porque tengo una lista enorme de actores que me vuelven loco. Pasando por (Guillermo) Francella y (Ricardo) Darín hasta Carlos Portaluppi, Jorge Marrale y algunos que ya no están, como Hugo Arana. Sería muy injusto elegir solo algunos.
—¿Hay algún consejo actoral que hayas recibido y apliques siempre?
—Sí. Cuando ensayaba Hombre y superhombre, de Bernard Shaw, con Norma Aleandro en el San Martín, estaba trabado. Un día, Norma me llama aparte y me dice: “Yo me podría meter con vos, preguntarte por tu vida, hablar de tu familia… pero sé que podés hacer esto. Así que te pido un favor: ¿podés cagarte en mí, en el San Martín y en Bernard Shaw, y hacerlo?”. Ese consejo me acompaña siempre. Aplica para cualquier trabajo. Hay que abstraerse y hacer lo que uno sabe.
-Fuiste ídolo juvenil en Clave de sol y Amigos son los amigos. ¿Cuándo sentiste que te consideraban desde otro lugar?
—No sé si hubo una bisagra, porque trabajaba en cosas distintas al mismo tiempo. Tal vez Gasoleros, que si bien fue un éxito enorme, tenía un personaje que ya no era un adolescente. Siento que ahí empecé a gustarle a un público más grande.
—Siempre interpretaste personajes, hasta que en TVR te tocó ser vos. ¿Fue difícil?
—¡Me sentí tan cómodo en TVR! Fue un sueño cumplido. No me costó ser Pablo Rago, aunque en algún momento eso también empezó a ser un personaje. Cuando veo los primeros programas, vomito. Pero con el tiempo encontramos una dinámica con Gabriel (Schultz) en la que éramos dos personajes sin dejar de ser nosotros mismos. Lo disfruté muchísimo.
—Lograste escapar del destino trágico de tantas estrellas infantiles. ¿Cuál fue la clave?
—¡Nacer argentino! (Risas). ¡Es la única manera! «
Ping pongo con Pablo Rago