Las luces tenues iluminan el histórico Teatro Español de Azul, en la gira que lo encuentra por el centro bonaerense. Sale Raly -y cuando decimos “Raly” no puede ser otro que Barrionuevo- a escena. Y avisa, antes que nada, que el show será particular. Hace unos tres años, cuando vino por estos pagos, surgió un …
“Escuchar mis canciones cantadas por mujeres tan talentosas es un placer enorme”

Las luces tenues iluminan el histórico Teatro Español de Azul, en la gira que lo encuentra por el centro bonaerense. Sale Raly -y cuando decimos “Raly” no puede ser otro que Barrionuevo- a escena. Y avisa, antes que nada, que el show será particular. Hace unos tres años, cuando vino por estos pagos, surgió un cambio que perdura hasta hoy en su carrera: dejar a un lado la banda que lo acompañaba y empezar un proyecto aún más personal. Detrás suyo hay un coro de guitarras esperándolo. También hay un bombo, que lo grabará en vivo para después usarlo como base mientras suma la viola. Y un piano que recuerda con añoranza la última vez que tocó allí, y que ahora disfruta plenamente.
“En esa ocasión había desarmado la banda que me acompañaba antes porque quería tomarme un tiempo, darme el gusto de salir a tocar solo por un tiempo. Y al final eso se transformó en algo que cada vez me iba gustando más, me sentía más cómodo y descubría cosas nuevas en mí, sobre lo que puedo crear en un escenario. Pensaba que para los festivales iba a armarme un grupo, una banda que me acompañara, y la verdad es que después comencé a disfrutar también los festivales de esta manera y, bueno, la rueda siguió girando de esa manera. Con esta soledad arriba del escenario, pero a la vez descubriendo cuestiones musicales, performáticas, agregando canciones. No armo un repertorio fijo, sino que voy siguiendo lo que voy construyendo en el momento. Cada concierto es diferente, incluso de un día para el otro”, explica el cantante, guitarrista y compositor nacido en Frías, Santiago del Estero.

Efectivamente es así. Después de unos minutos de presentación ante el público, decide arrancar sorprendiéndose de sus propios caminos sobre el escenario. Va al piano: “Ay, cómo me gusta este piano”. Lo dice como un niño con un juguete prestado. No parece mera improvisación. Es más bien fluir, seguir senderos que surgen en vivo. “Sin red”, lo define él. El verdadero arte: soltarse sin red. Buscar nuevos caminos. No aburrirse en la repetición. Y eso lo cautiva. Habrá chacareras con treinta personas del público bailando detrás suyo en el escenario, habrá zambas, habrá covers, habrá versiones enormes con gran juego de luces, como «Niña Luna». Tanto le entusiasma esto de no tener guión que, al principio, pregunta casi como advertencia, porque se vendrá un Raly suelto, dedicado a canciones, muchas canciones: “¿Tienen mínimo dos horitas?”.
-Hablando de siempre buscar nuevas cosas, contanos un poco de la flamante novedad del álbum Mujeres Caminantes. ¿Cómo se gestó?
-Bueno, hace bastante que venía con eso, grabando una canción, después otra, sin pensar que eso iba a convertirse en un trabajo editado. Simplemente estaba grabando con algunas amigas, a modo de disfrutar y registrar algunas de mis canciones. Entonces invitaba a una amiga, a otra y quería escuchar esas versiones. De repente tenía un grupo de cinco canciones, después ocho, luego doce. Y me dije: «Bueno, esto es un disco». Terminé editandolo con diecinueve canciones y en un momento tuve que aflojar porque no paraba de grabar y aparecían amigas que me decían: ‘Che, sé que estás grabando esto, ¿a mí no me vas a invitar?’. Lógicamente, no es un trabajo pensado para el escenario porque son diecinueve cantantes distintas de muchos lugares del mundo: están Micaela Vita, Luna Sujatovich, Eugenia Quevedo, Guadalupe Toledo, Maggie Cullen, Milena Salamanca, Nadia Larcher, Eleanor Kaufman, Mery Murúa, Micaela Chauque, Cci Kiu y Thamires Tannous, entre otras. Pero la verdad es que lo disfruté mucho. Sobre todo escuchar mis canciones cantadas y versionadas por mujeres tan talentosas es un placer enorme. Haber dado a conocer un trabajo que, como dije al principio, no estaba pensado para editar. Simplemente grabar, dejarlo tomar forma y, bueno, ahí está, ya lo hemos lanzado.

-¿Cómo es la composición de un tema? ¿Hay que trabajarla, viene la inspiración de la nada, es un proceso?
-La composición siempre es un camino. Al menos yo no siento que tenga un método. Siempre es distinto. Sobre todo cuando uno escribe canciones sin pensar en si serán exitosas, si las pasarán por la radio, todas esas cuestiones que yo ni siquiera considero. Mi forma de escribir canciones nunca siguió un patrón: a veces la letra primero, a veces la música, o ambas cosas juntas. Todo depende del momento que estoy viviendo. A veces también escribo canciones con letras sobre músicas de otros compositores. No tengo un método: simplemente dar tiempo, acompañar la inspiración y meterse en la película. Necesito que nada me interrumpa y va surgiendo, tomando forma. Al ser santiagueño, me he criado con chacareras y zambas. Eso es el punto de partida, aunque también he escrito canciones con otros colores. Siempre es un camino inesperado.
-Incluso has estado con artistas de otros géneros, desde León Gieco hasta Las Pelotas. No sos alguien que se queda sólo con la música de tus orígenes.
-Claro, totalmente. Justo ahora acompañé a León acá en Córdoba, cuando recibió el Honoris Causa, y cantamos juntos. Me ha pedido que lo acompañe. Otra cosa que considero muy importante, en lo personal y en mi forma de componer, es no apurar los procesos. No me siento a buscar la canción: prefiero que llegue sola, que cumpla todo el tiempo necesario dentro de uno, que pase por todo el proceso que tenga que pasar. Apurar la llegada de la canción no me parece sano.

-Recién hablabas del silencio. ¿Qué es Unquillo en tu vida? ¿Qué tiene que lo hace tu lugar en el mundo?
-Bueno… tiene todo lo que necesito. Vida en comunidad, que es muy importante para mí. Primero que nada es un pueblo, y la vida allí es distinta a la de una gran ciudad. Huele muy bien: el monte huele muy bien, y eso para mí suena muy bien también. Es el lugar que elegí y elijo todos los días. Me gusta volver, sé que es mi refugio. No solo mi casa, sino el pueblo en general: la gente es mi refugio. Ahí me siento tranquilo y conectado con lo que hago, sobre todo, con la música.
-Le has hecho canciones a seres queridos que perdiste, como tu madre y tu hija (en temas como «Niña Luna» y «La Niña de los Andamios»). Solés cantarle a las ausencias, pero en esas canciones hay un lado luminoso. ¿Cómo transitás el tema de las ausencias?
-Es un proceso. Con mi hija escribí muchas canciones sobre esa pérdida. Las primeras eran durísimas, como «Es cierto», del disco Población milagro. Todo a su tiempo. Pero esa ausencia también se transforma en una presencia muy fuerte, una energía que está. Solo hay que estar atentos a las señales que uno recibe en el camino de esa presencia, que deja de ser ausencia. Cuando la ausencia es cercana en el tiempo se siente distinto, pero luego todo muta. A mi hija la encuentro todo el tiempo, a mi madre también. De hecho, «La niña de los andamios» es una mezcla de ambas. Sé que me están cuidando y eso lo transmito en canciones, sobre todo en «Niña Luna» y «La niña de los andamios», que son representativas de esas mujeres que, aunque se fueron, siguen presentes de alguna manera.

-Te he escuchado con «Niña Luna», como si vieras a tu hija ya crecida contándote de sus viajes, ¿no?
-Me encantaba esa figura. Sí, sí. “Tan viva, tan ansiosa me contaba. Los pueblecitos que sobrevolaba”.
-Vos venís de Santiago, Córdoba. Zonas de montes, profundas. ¿Cómo ves al campesinado en la Argentina de hoy?
-Muy castigado, no de ahora, pero la modernidad y la industrialización de los alimentos lo perjudican. La producción campesina, que cuida el monte y produce alimentos sanos, es vista con malos ojos. La gente de la ciudad no siempre percibe eso, pero el monte nos contiene, nos da oxígeno, cuida el agua. Es parte de nuestra vida y deberíamos cuidarlo desde un lugar casi sagrado. Hay mucha gente peleando por la tierra, producciones sanas y el monte, mientras los agronegocios avanzan y los campesinos parecen molestias. Siempre tratamos de estar presentes y acompañar esa lucha.
-Lisandro Aristimuño, tu amigo y compañero, te definió alguna vez como “el Wikipedia del folklore” por tus conocimientos de canciones, versiones y artistas. ¿Qué le recomendás a nuestros lectores? ¿Qué canción no pueden dejar del género?
-Podría elegir tres canciones. Creo que es importante conocer «Zamba para no morir», de Hamlet Lima Quintana. También destacaría «Chacarera del Miski Mayo», de los Hermanos Ábalos, que habla de algo muy significativo: el río. Y, yendo más a la música de Cuyo, pondría «Otoño en Mendoza». Y ahí me quedo.
Raly Barrionuevo – «Mujeres caminantes»