En tiempos de pantallas atomizadas y consumos fragmentarios, la televisión abierta argentina ensaya una jugada conservadora y vuelve a dos marcas fuertes del pasado. Dos formatos probados que comparten un nombre clave de la historia televisiva local: Gerardo Sofovich, el creador, productor y cerebro detrás de éxitos que hoy buscan renovarse -o al menos sostenerse- …
la TV argentina cada vez con menos vuelo

En tiempos de pantallas atomizadas y consumos fragmentarios, la televisión abierta argentina ensaya una jugada conservadora y vuelve a dos marcas fuertes del pasado. Dos formatos probados que comparten un nombre clave de la historia televisiva local: Gerardo Sofovich, el creador, productor y cerebro detrás de éxitos que hoy buscan renovarse -o al menos sostenerse- en medio de un ecosistema audiovisual cada vez más competitivo.
Por un lado, Polémica en el bar volverá en agosto a la pantalla de América, una señal también en plena búsqueda de rating. Con la conducción de Mariano Iúdica, el ciclo intentará reactivar su fórmula de humor, discusión masculina y actualidad liviana, en la mítica mesa inspirada en los sketches de Operación Ja-Já. Iúdica, alejado por ahora de sus incursiones gastronómicas en la costa y de otros proyectos fallidos, retoma su rol más cómodo: el de anfitrión televisivo, animador de sobremesa, moderador de chicanas impostadas y gritos cruzados.

Del otro lado, Los 8 escalones, uno de los grandes éxitos recientes de eltrece, prepara su regreso con un cambio significativo. Tras la partida de Guido Kaczka, ahora abocado a su nuevo ciclo Buenas noches familia, la conducción quedará en manos de Pampita, figura mediática y panelista devenida conductora. El regreso está previsto para agosto, aunque sin fecha ni horario confirmados, una señal de que el canal todavía tantea cómo ubicar la pieza en su grilla. El programa se despidió hace apenas unas semanas, en julio, luego de varios años de aire ininterrumpido y consolidación como uno de los líderes del horario vespertino.

Sofovich como metáfora
Ambos formatos comparten, más allá de sus diferencias de tono y estilo, una misma lógica: la confianza en fórmulas conocidas. Uno, nacido en los años 60 y resucitado infinidad de veces; otro, una creación más reciente de Sofovich pero ya incorporada al imaginario popular gracias a su simpleza, la participación de figuras como Nicole Neumann o Martín Liberman, y la rutina familiar del juego-con-premio.
La vuelta de Sofovich sin Sofovich parece ser también una metáfora de una televisión que se refugia en estructuras seguras, en nombres probados, en conductores familiares, ante la incertidumbre de la era del streaming y los números de audiencia esquivos. Entre la nostalgia y el pragmatismo, los canales vuelven a barajar las cartas de siempre. Lo que está por verse es si del otro lado todavía hay quien las quiera jugar.