La directora argentina Lucrecia Martel fue distinguida en México con la Medalla de la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el máximo reconocimiento que otorga el cine mexicano, en el marco del 23° Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el más importante de ese país. Martel, una de las realizadoras más …
El cine puede cambiar la historia de nuestros países

La directora argentina Lucrecia Martel fue distinguida en México con la Medalla de la Filmoteca de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el máximo reconocimiento que otorga el cine mexicano, en el marco del 23° Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el más importante de ese país. Martel, una de las realizadoras más influyentes del cine contemporáneo, presentó en esa ocasión su primer documental, Nuestra tierra, que retrata la lucha de la comunidad indígena Chuschagasta, en Tucumán, y el asesinato de su líder Javier Chocobar, ocurrido el 12 de octubre de 2009.

La función, que coincidió con el aniversario de su muerte, fue dedicada por la cineasta “a Javier Chocobar y a todos los pueblos indígenas del planeta”. “Esta aventura empezó por él”, dijo Martel ante una sala colmada, y agregó: “No hay posibilidad de vida sin espacio, y no es tan chiquito como para que andemos masacrando gente para quitarle la tierra”. Durante la ceremonia también se develó la tradicional butaca con su nombre, que quedará dispuesta de manera permanente en uno de los cines de Morelia.
El reconocimiento fue entregado por el director de la Filmoteca, Hugo Villa, quien destacó que la obra de Martel “es una vitrina que enseña y una especie de memoria colectiva”. Con esta distinción, Martel se suma a la lista de grandes artistas reconocidos por su aporte a la memoria y la sensibilidad cinematográfica. Desde 1987, la medalla fue concedida a figuras como Francis Ford Coppola, Willem Dafoe y Juliette Binoche, entre otros grandes del cine mundial.
Nuestra tierra marca el debut de Martel en el género documental, después de títulos fundamentales de la ficción argentina como La ciénaga (2001) y Zama (2017), entre otros. La película, estrenada previamente en el Festival de Venecia, combina observación y testimonio para reconstruir el proceso judicial por el crimen de Chocobar y exponer las desigualdades históricas que enfrentan las comunidades originarias.
Durante una charla con jóvenes cineastas, la realizadora reflexionó sobre el poder del cine como herramienta de transformación social. “El cine puede cambiar la historia de nuestros países, y creo que tengo más fe ahora que cuando empecé a filmar”, afirmó. A la vez, sostuvo que esa transformación requiere tiempo y persistencia: “Es un trabajo de a poquito; nadie va a dar vuelta la historia de un manotazo”.

Martel se mostró crítica frente a las desigualdades del mundo contemporáneo: “Debería ser un escándalo que alguien tenga que comer de la basura o que gaste más del 60 por ciento de su salario en vivir en un lugar miserable. Naturalizamos todo esto, ¿y en qué momento pasó?”. En ese sentido, señaló que el cine tiene la responsabilidad de “escandalizar” y de “alterar la percepción para que ciertas cosas del mundo las podamos ver”.
La directora salteña, de 58 años, también cuestionó la falta de empatía hacia los pueblos originarios: “Cada vez que hablamos de las comunidades, parece una gente que no conocemos. No nos importa nada cuando estas personas son desalojadas de la tierra”, dijo aludiendo al eje central de su documental.
Sobre el juicio por el crimen de Chocobar, Martel observó que fue la primera vez que asistió a una audiencia judicial y la describió como “una obra de teatro en la que la chance de que suceda la justicia depende de muchas cosas”. Y concluyó: “Esa frase de que todos somos iguales ante la ley la repiten siempre los diputados, pero la comunidad que fue víctima de esa violencia nunca pudo decirla, porque sabe en carne propia que nadie es igual ante la ley”.

El paso de Lucrecia Martel por Morelia quedó inscrito también de manera simbólica: su nombre permanecerá en una butaca de la sala 4 del complejo cinematográfico donde se realizó el festival. En la misma edición, el director brasileño Kleber Mendonça Filho fue distinguido con la misma medalla por su trayectoria y presentó la película inaugural, El agente secreto.